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      El amado odiado móvil

        El móvil, ese pequeño dispositivo (o no tan pequeño) que nos acompaña a todas horas y nos tiene obnubilados, forma parte ya de nuestras vidas. Desde sus inicios recientes en los que cumplía con creces la función de poder llamar y recibir llamadas en cualquier lugar y momento, hasta la concepción actual que nos permite acceder a un sinfín de servicios con tan solo utilizar un dedo, lo cierto es que ha revolucionado nuestras vidas, y como no podía ser de otra manera, ha calado en nuestro trabajo también.

        16/08/2022. Alicia en el país de las zancadillas - Secretaría de Salud Laboral FSC-CCOO
        Móvil

        Móvil

        Junto a las bondades de su uso, que las hay y muchas, han surgido también innumerables nuevos riesgos que irrumpen tanto en nuestra vida personal como laboral. Y es que el amado-odiado cacharrito ha contribuido a diluir la línea de separación entre estas dos facetas, con importantes repercusiones también en la salud.

        Sin duda un dispositivo móvil que nos da acceso al ancho mundo a través de internet, puede facilitarnos el trabajo, pero, como todo en esta vida, funciona mejor con mesura. Personalmente, me da un enorme repelús viajar en transporte público y ver cómo a mi alrededor un alto porcentaje de personas está alienada por el móvil. El nuevo soma del que Aldous Huxley hablaba en “Un mundo feliz”. Quizás la individualización creciente que esta sociedad está viviendo tiene un poco que ver con eso.

        Existen diferentes enfoques en cuanto a la relación de los dispositivos móviles con el ámbito laboral.

        Uno de ellos tiene que ver con la seguridad. Las prestaciones que ofrece a día de hoy un móvil nos permiten grabar vídeos, audios, imágenes. Existe preocupación en algunas empresas por la fuga de datos y se toman medidas al respecto. También, la geolocalización puede invadir la privacidad de las personas. 

        El enfoque punitivo tiene que ver con la utilización del móvil particular por parte de la persona trabajadora durante la jornada de trabajo para usos personales. En ese sentido, algunas empresas están regulando el uso de estos dispositivos.

        Por otro lado, está el enfoque preventivo, que es la madre del cordero, ya que se están originando nuevos riesgos relacionados con el uso y abuso de las tecnologías. Por ejemplo, el considerable aumento de la fatiga visual por el uso continuado de la visión cercana. Por otro lado, las patologías en dedos, muñeca y cervicales están comenzando a surgir, no sé si en relación directa o no, pero todo contribuye. La estampa de personas inclinando el cuello para mirar hacia abajo, fascinadas por el aparatito, ya no nos sorprende a nadie.

        El ambiente de trabajo también se ve afectado por el aumento de los timbres, notificaciones, conversaciones, que impiden o dificultan la concentración. Los paseos por los pasillos, móvil en mano, manteniendo largas conversaciones son cada vez más cotidianos. Melodías variopintas que actúan como tarjeta de presentación de los dueños y dueñas del dispositivo.

        Pero, sin duda, el tecnoestrés es uno de los riesgos emergentes más presentes y dañinos.

        El derecho a la desconexión debe abordarse, sin lugar a dudas en los centros de trabajo, y establecer medidas de prevención frente a los riesgos de distinta índole que se generan.Existen diversas soluciones y perspectivas. Por ejemplo, hace ya algunos años en Alemania, la empresa Wolkswagen directamente bloqueó el acceso al correo en el móvil entre las 18:15 y las 7:00 del día siguiente. Se trata de un abordaje que interviene directamente sobre el origen del problema e impide también que una persona trabajadora presionada se vea tentada de contestar al instante al jefe o jefa.

        Lo cierto es que, al margen del uso del teléfono u otros dispositivos electrónicos, ya existe un porcentaje muy elevado de trabajadoras y trabajadores que dicen estar quemadas por el trabajo, así que parece sensato pensar que no puede ser bueno estar permanentemente conectados con él, sin posibilidad de establecer mecanismos para proteger esta separación.

        Pero también, y es otro problema creciente, estamos asistiendo al aumento de los casos de adicciones y dependencia del móvil, hasta tal punto que ya se están acuñando nuevos términos como el de nomofobia (ansiedad y estrés por no tener batería en el móvil) o whatsappitis en referencia al excesivo de las nuevas tecnologías. Se trata de una adicción de tipo conductual que puede ocasionar serios daños a la salud.

        No podemos dejar al margen otra faceta tiene que ver con la seguridad de las personas, y es que caminar y mirar al móvil aumenta indudablemente la probabilidad de sufrir un accidente. No digamos el de producir un accidente de tráfico. Colectivos de la conducción con trabajos “just in time” se ven sometidos a la presión constante del teléfono. No pueden mirarlo mientras conducen, pero el dichoso aparatito sigue sonando y sonando. La presión es indudable. Lo mismo para motoristas de la mensajería a la espera de constantes llamadas, etc.

        Es importante pararnos a reflexionar, pues nos hemos habituado a tener el móvil constantemente en la mano y recibir mensajes para los que frecuentemente exigimos una respuesta inmediata, ya que nos hemos acostumbrado a lo instantáneo. La espera ofende.

        Estar localizable en todo momento puede tener sus ventajas (según para quién), pero también impide la necesaria desconexión entre trabajo y vida privada. No hablemos ya de la utilización del móvil privado para fines de trabajo. La persona que llama, no tiene por qué saber que estás en la playa con tu familia de vacaciones, pero el hecho de recibir la llamada ya te redirige indudablemente hacia el trabajo e impide la sana desconexión.

        Si un cirujano no acude a su puesto de trabajo llevando su propio bisturí, ¿por qué el móvil es distinto? Si es una herramienta de trabajo, debería proporcionarla el centro de trabajo y estar sujeta al horario establecido. Y, más allá de la jornada laboral, salvo que se haya pactado, las personas no tienen por qué estar disponibles para la empresa.

        Desconecta: Tu salud mental, visual y física te lo agradecerán.